MOVIMIENTO CLUBÍSTICO, DEPORTIVO Y CULTURAL EN LA REPÚBLICA DOMINICANA.
Claves para entender y desarrollar el Deporte Dominicano
Por Agustín Cortés Robles
ANTECEDENTES, CARACTERÍSTICAS, APORTES.
Características:
La actividad deportiva en la República Dominicana vinculada al Movimiento Clubístico es un caso único en el mundo. Sucede también con el fenómeno cultural en esas entidades de nuestras barriadas populares, acción que se integra a esos organismos como una respuesta política a la cultura que las élites sociales implementaban para el deleite estético de reducidos entornos vivenciales del país, desde mucho tiempo antes de iniciada nuestra vida republicana.
Soy partidario de externar en conferencias y eventos sobre el tema, que el Movimiento Clubístico Popular nace en el país en el trayecto de los años sesenta, luego de descabezada la tiranía trujillista en 1961. De manera específica en 1962-1963, como parte de las transformaciones y convulsiones políticas que vivía la nación buscando aires de libertad en todos los estamentos civiles y militares.
Dirigentes pioneros de esos años, entre los que destacan Jimmy Sierra, Adriano de la Cruz, Torben Jáquez, Nelly Manuel Doñé, Andrés Herrera, Leo Corporán, Ramón Pinedo, Francisco Chico Pérez, Héctor Ramírez, Rafael Duquela, Rafael Isenia, César Padrón, Rolando Miranda, Mayobanet Mueses, Orlando Ramos, Juan José Carmona, Luis Mercedes, Domingo Cuevas, Lázaro García, Pedro Pablo Díaz, Leónidas Bautista, José Tejada Gómez, Nelson Marte, Máximo Bernard, Osiris Tejeda Cesse, Rafael Reyes Jerez, Pappy Pérez, Manuel Cholo-Suero, Faisal Abel Hasbún, Víctor Sánchez, Rafael Nova, Felipe Medrano, Manuel Nín Matos, Ángel Mezcaín, José Mazara, Bienvenido Matos Pérez entre otros, han coincidido en señalar que de manera efectiva, ese contexto social de la juventud de esa época, surgió en esos primeros años de la década del sesenta, y como parte de los eventos políticos-sociales aparecidos luego de la tiranía.
El club de ese tiempo, según la concepción funcional de quiénes los habían diseñado, debía irradiar luz a todos sus integrantes. Luz, bajo la concepción de un necesario crecimiento de conciencia sobre la situación política nacional, de manera que no volviéramos a vivir en el futuro inmediato o posterior a este, una situación similar a la que recientemente había concluido en la Nación.
Además de formación intelectual y política, el club era un buen espacio para formar los talentos del deporte, el arte y la cultura dominicana. En ellos era vital contar con grupos y equipos deportivos, como también con una amplia y activa estructura cultural. Este último aspecto, asumido como una contundente y sólida respuesta a la presencia cada vez más reiterativa de eventos, ritmos y acciones foráneas en el país.
Esa asociación deportiva, cultural y social comunitaria, pronto resultó ser atractiva a los habitantes de barrios, pueblos y provincias de todo el país. En los mismos hacían vida útil tanto educativa como recreativa y deportiva, miembros de todas las clases sociales, aunque el énfasis mayor residía en grupos de personas de ideas progresistas y revolucionarias, que procuraban una vida sana y en total libertad política y cultural para el país.
Aunque muchos de sus integrantes poseían cierta formación y militancia partidista para los años en que surge el Movimiento Clubístico Dominicano, asumieron que ese espacio de la comunidad debía manejarse de manera distinta, y permitir que los vecinos disfrutaran de la mejor manera posible de esos encuentros tertulianos que regularmente se llevaban a cabo los fines de semana. Precisamente, una de las actividades que en mayor medida contribuyó a cambiar la fisonomía intelectual de los niños y jóvenes miembros de las mismas, fue ese contexto institucional y popular que en el Club jugaba un papel trascendente denominado, la Escuelita Hogar. Este renglón fundamental de la entidad pasó de generación en generación en las barriadas, facilitando instrucción pedagógica habitual y extraordinaria, a los niños en edad escolar que quedaban fuera del sistema estatal habitual. Esa situación se presentaba muchas veces por falta de aulas, otras por disposiciones políticas-partidistas de sus padres y familiares con el sistema escolar tradicional, y la más común, por serias limitaciones económicas.
De esos centros escolares rudimentarios de los clubes y ligas de los barrios de la ciudad capital y las provincias del interior del país, surgieron excelentes alumnos, profesionales, profesores, y mejores centros educativos. Hasta estos primeros veinte y dos (22) años del siglo veinte y uno (XXI), ha llegado el preciado legado de una juventud que pensó en las necesidades fundamentales del Pueblo Dominicano para su formación integral, hace ya más de cincuenta (50) años. Resulta increíble, pero todavía quedan algunos remanentes de la “Escuelita Hogar del Barrio” en nuestras comunidades. Las hay que incluso se convirtieron en centros educativos formales y miembros del Sistema Educativo Nacional. Para certificarlo, varios ejemplos claves: La Escuela República de Cuba del Club Dr. Rafael Barias en el Sector de Villa Consuelo; Escuela Mauricio Báez del Club Mauricio Báez, ubicado en el sector de Villa Juana, en la Zona Norte de la Ciudad Capital; la Escuela del Club Rafael Leónidas Solano en el Sector de Guachupita y la Escuela del Club Los Mina, en la barriada del mismo nombre en el Municipio Santo Domingo Este.
Asistir a una velada cultural del club del barrio, de un club de otra barriada, o al encuentro de varios grupos de distintas barriadas que habían acordado hacer una presentación conjunta, era un hecho extraordinario. Se hacían todos los esfuerzos técnicos y lógicos para que ese evento se desarrollara con el mayor rigor profesional posible. La asistencia era masiva y entusiasta, provocando una competencia intelectual y creativa de amplias dimensiones.
En cierta medida nuestro Movimiento Clubístico acogió favorablemente la metodología de formación y comunicación con los grupos sociales, que a través de la Sociedad Secreta la Trinitaria desarrollara el padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, así como los integrantes y colaboradores de la misma, para apoyar la Independencia Nacional, alcanzada el 27 de febrero de 1844.
Para ninguno de los fundadores del Movimiento Clubístico Dominicano y sus descendientes institucionales es un secreto, que en la primera década de su desarrollo, o sea del 1963 al 1973, existieron mejores condiciones políticas para la expansión a nivel nacional del movimiento. Posiblemente, la efervescencia social y política que vivía el país así lo permitió. A ello hay que agregar el dato de que la nación se había dado a través del Congreso Nacional una nueva Constitución política para sustituir la que habían diseñado, aprobado e implementado los cuadros fundamentales de la terrible dictadura trujillista. El gobierno del profesor Juan Bosch surgido del voto popular en diciembre del año 1962, y juramentado el 27 de febrero de 1963, procuraba de esa forma crear una Sociedad Democrática y justa para el Pueblo Dominicano.
En consecuencia, el Movimiento Clubístico, Deportivo y Cultural que se gesta y solidifica en nuestras barriadas y campos, encontró un escenario convulso pero muy propicio, para dar forma al surgimiento de una de las acciones comunitarias más contundentes que ha dado Nación alguna: Los Clubes al estilo República Dominicana.
En la segunda década del Movimiento Clubístico Dominicano, o sea, de 1973-1983, la situación política del país había cambiado; militantes de izquierda y de derecha habían definido sus roles ante la sociedad y los medios de comunicación. Llegado este momento, la Nación había vivido la amarga experiencia de una guerra civil y una guerra patria, realidad que provocó cruentas diferencias políticas entre los sectores con mayores posibilidades de dirigir el poder político y económico de la Nación.
El gobierno que en 1966 iniciara el Dr. Balaguer se extendió hasta 1978. Esa etapa política conocida como «Los Doce Años» fue muy cruenta con la juventud dominicana que hacía vida activa en los clubes, en las escuelas públicas, liceos, colegios, universidades, y en los partidos políticos. Una amplia parte de la sociedad sufrió los estertores de la represión política de esos años de guerra fría y el Movimiento Clubístico, Deportivo y Cultural, no fue la excepción.
Muchos de los dirigentes, entrenadores, profesores, atletas e integrantes culturales de los clubes, eran ya, o pasaban a formar parte activa de los partidos opuestos al régimen balaguerista. Esa realidad la enfrentó el gobierno infiltrando cuadros y militantes en las organizaciones deportivas, además comprando, reprimiendo y apresando selectivamente talentosos jóvenes para ponerlos a su servicio y en algunos casos, la tortura, el aniquilamiento y la expulsión del país.
Después de los partidos de izquierda, los de centro izquierda, y los sindicatos en el país, hay dos espacios donde se libraba una batalla campal cada día del mundo en esos terribles doce (12) años, la universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y los clubes de todo el país, con énfasis especial en los de la ciudad capital. Con o sin la anuencia de sus autoridades, la academia estatal era un campo minado de ideas y militancias, pues en ella hacían vida activa todos los partidos políticos del país, menos el de gobierno y aquellos que le apoyaban. Claro, de manera abierta o solapada la convivencia política de la activa legión juvenil para protestar ante el terrible régimen del Dr. Joaquín Balaguer Ricardo, era intensa y permanente.
Lamentablemente, ante un panorama tan confuso y sombrío, surgieron las delaciones y las compras de conciencias. Dirigentes y militantes fueron identificados, perseguidos, torturados y asesinados por grupos, bandas de asesinos a sueldo, formados con esos fines por el aparato policiaco militar de esos inolvidables doce años. Resulta fundamental recordar las atrocidades y tropelías cometidas en todo el país por los integrantes de la llamada Banda Colorá. Llegaban a barrios, pueblos y poblados, arremetiendo contra todo aquel que oliera a oposición, o por el simple hecho de su condición de joven. Ni hablar, si además uno o varios ciudadanos habían sido previamente denunciados, o formalmente chivateados por algún confidente residente en la comunidad visitada.
Superado a sangre y fuego en 1978 ese momento político de la nación tan funesto, el Movimiento Clubístico, Deportivo y Cultural de pronto se encontró de frente con un cambio de gobierno que propició las libertades públicas y políticas. Dirigentes y militantes de izquierda y centro-izquierda, asumieron cargos y puestos en la Dirección del Estado, provocando un reflujo en las actividades cotidianas de la vida política dominicana, y como es lógico, ese nuevo accionar también se reflejó en la vida de los clubes, sus cuadros, sus atletas y sus entrenadores.
El gobierno instalado en 1978, presidido por el hacendado de clase media alta, Silvestre Antonio Guzmán Fernández, producto de sus primeras acciones ejecutivas, emitió los decretos necesarios para que los cuadros políticos de todos los partidos fueran liberados de las cárceles donde se encontraban purgando condenas pre-fabricadas por funcionarios y espurios personeros del funesto gobierno del Dr. Joaquín Balaguer Ricardo.
También autorizó el presidente Antonio Guzmán Fernández mediante decreto, el ingreso al país de todo ciudadano dominicano desterrado por razones políticas, o que al finalizar estudios profesionales en países de gobiernos de carácter comunista o socialista, se le negara el regreso a su Patria. Era común en los doce años de los gobiernos Balagueristas privar del regreso a la Patria a ciudadanos capacitados para ejercer sus respectivas profesiones en el terruño que les vio nacer, por el simple hecho de formarse en naciones de regímenes con ideologías contrarias al capitalismo.
Esa disposición estatal del presidente Antonio Guzmán, fue muy bien recibida por toda la nación, pero de manera especial por partidos políticos de izquierda, movimientos estudiantiles, sindicatos, así como por grupos sociales de barriadas y campos de extracción humilde.
Ante ese nuevo ambiente político, el Movimiento Clubístico, Deportivo y Cultural se amplió en cantidad de organizaciones, directivos, entrenadores y dirigentes, pero bajó la calidad de las propuestas formativas que en las mismas fue clave en los años de la década 1963-1973, y posteriormente, hasta el año de 1978. Como recuerda una parte significativa de la generación del siglo veinte, en ese momento el Pueblo Dominicano propicia militantemente en todas las calles del país, el ya señalado cambio de gobierno.
Como podemos fácilmente determinar, ese reflujo en el accionar Clubístico se presenta porque el nuevo gobierno, conociendo la valía dirigencial de muchos de los jóvenes que en ellos hacían vida activa y constante, decidió facilitarles un empleo para desarrollar en el Ministerio de Deportes y otras dependencias estatales, esas y otras actividades gerenciales. Una parte significativa de la militancia activa de los clubes había hecho o estaba cursando estudios universitarios o técnicos para insertarse en el sistema laboral. Esas eran parte de sus ilusiones y ese gobierno les dio la oportunidad a un buen grupo de llevar a cabo sus metas personales.
Sentirse importante por sus nuevas funciones en el gobierno, y que además de ello, se les remunerara económicamente por las mismas, distanció su labor del barrio, el club o la liga, que como sabemos siempre fue un accionar gratuito, puro y simple. Muchos de esos jóvenes habían asumido compromisos familiares, por lo que era imperioso producir recursos para sobrevivir decentemente.
Ese gobierno y el siguiente, presidido por el Dr. Salvador Jorge Blanco, hicieron lo que entendían apropiado con los excepcionales cuadros deportivos y culturales que luego de quince (15) años se habían formado al calor del pueblo en barriadas y municipios de todo el país. Lamentablemente, esa atinada medida falló en que esos talentos de la Sociedad Dominicana fueron sacados de sus barrios y sus clubes, convirtiéndolos en ejecutivos de instituciones estatales. Ese activo humano de vital importancia para la formación de la juventud de nuestras comunidades, de repente asumió un rol político-social a tono con sus nuevas funciones en el aparato estatal. Además de su labor habitual, estos eran motivados políticamente a integrarse a las distintas instancias orgánicas del partido en el poder.
Lo atinado de esa medida hubiese sido empezar a valorar económicamente la labor del dirigente deportivo en los clubes, ligas, asociaciones, uniones deportivas nacionales y de la Diáspora, y de las Federaciones, de modo que su labor social adquiriera la organización laboral que le hace falta en estos momentos al deporte nuestro.
Muchos cuadros aceptaron las propuestas, otros no. Independientemente de esa valiente y honorable decisión, ya la ausencia de cuadros del barrio y el club era notoria. Las libertades políticas concedidas por el gobierno instalado en 1978, llegaron hasta la población en sentido general, impacto que les dio la confianza y libertad para explorar otras áreas recreativas y profesionales fuera de las que ocasionalmente les ofrecía el club del barrio. Ese núcleo social que durante quince (15) años vivió y floreció en el centro mismo de la Sociedad Dominicana, presentaba serias muestras de debilidad funcional para finales del año 1982, y sería fuertemente impactado con la misma metodología durante los próximos cuatro (1982-1986) años de gestión gubernamental. Influencias exógenas habían llegado al país cambiando diametralmente la concepción que sobre la vida y el mundo poseían los habitantes de la Nación. Las metas ahora eran más individuales y familiares, que colectivas.
Resulta importante señalar que los gobiernos del Partido Reformista, presididos desde 1966 hasta el 1978 por el Dr. Joaquín Balaguer, hicieron también ingentes esfuerzos por obtener una parte significativa de los cuadros del Movimiento Clubístico Nacional. Algunos jóvenes muy contados accedieron a las propuestas laborales, pero la gran mayoría se negó a participar de un gobierno tildado de repulsivo por la población dominicana, calificativo que era muy evidente ante los hechos violentos que cotidianamente vivía la Sociedad Dominicana, procedentes de los aparatos represivos del Estado.
Dada la animadversión de los principales funcionarios y dirigentes de los gobiernos presididos por el Dr. Joaquín Balaguer hacia la juventud dominicana, sobre todo, hacia aquella que hacía vida política, deportiva y cultural en el barrio, en el club y los partidos de izquierda, tildados además de revolucionarios, Siempre fue difícil ver esa organización política con alguna representación juvenil en estos, por lo menos públicamente.
Analizando los primeros doce (12) años luego de la Revolución de Abril del 1965, notamos que el Movimiento Clubístico Nacional, sobre todo, el de mayor incidencia social y mediática, ubicado en la Ciudad Capital, estaba integrado y dirigido por jóvenes dirigentes de izquierda y cuando no, por jóvenes de ultraizquierda, centroizquierda o simples opositores a un régimen que cada vez más adquiría la fisonomía de despótico.
Igual criterio funcional también se advertía en los clubes, ligas y asociaciones del interior del país, cuyos espacios más representativos eran las provincias de Santiago, Puerto Plata, La Romana, Barahona, San Francisco de Macorís, Peravia, La Vega, San Cristóbal y San Pedro de Macorís.
Luego de que el pueblo Dominicano decide la salida del Dr. Balaguer del poder en 1978, los dos gobiernos que se suceden en la conducción del estado, son del Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Como ya señalé anteriormente, estas gestiones gubernamentales provocaron una involución funcional a lo interno del Movimiento Clubístico Dominicano, al extremo de que la Sociedad Dominicana pierde más del cincuenta por ciento (50%) de la incidencia deportiva, cultural y educativa que de ellos partía hacia la formación integral de ciudadanos de clase baja y media baja.
Interpretando ese período clave de quince (15) años, más los siguientes treinta y ocho (38) que han seguido el decurso histórico del país, podemos afirmar que el Estado Dominicano ha sido muy beneficiado del sacrificio laboral e intelectual que muchos dirigentes clubísticos han facilitado para que el Deporte Dominicano, aún con sus debilidades, aumente su desarrollo. Ese sacrificio hasta el presente no ha sido evaluado ni cuantificado económicamente por las autoridades que durante más de cincuenta (50) han dirigido el país y en el centro de esas gestiones, el Ministerio de Estado de Deportes y Recreación y la actitud complaciente del Comité Olímpico Dominicano (COD).
Ese tiempo es más que suficiente para que todo el aparato estatal vinculado al área deporte, educación, cultura y recreación, asuma un nuevo concepto gerencial frente al importante y trascendente Movimiento Clubístico Nacional. El momento demanda de las autoridades estatales y de los ejecutivos del Comité Olímpico Dominicano dar un paso de buena fe hacia los cientos de mujeres y hombres que en todas las barriadas del país, continúan cargando sobre sus hombros la inmensa responsabilidad de ubicar y posteriormente formar los talentos del deporte y la cultura dominicana.
Esa base de producción olímpica requiere de orden estructural, de formación gerencial e intelectual, sobre todo, de un nuevo modelo de gestión deportiva, y por supuesto, de un sostenido respaldo económico.
Las autoridades del Ministerio de estado de Deportes y los dirigentes del Comité Olímpico Dominicano, deben tener por demás conocido, que los atletas del ciclo olímpico han sido inicialmente formados y motivados en los clubes y las ligas de todo el país. Esa gestión cobra en estos tiempos un valor multidimensional. Corresponde por tanto a los incumbentes de esos dos (2) organismos, provocar de manera urgente una gran revisión del sistema deportivo nacional, con la participación amplia de todos los entes que hacen vida activa en las instituciones de operatividad habitual.
En ese tenor, cabría cuestionarnos en este momento sobre cuáles serían los criterios de este gran encuentro sectorial y regional y dentro de su realización, cuáles resultados debería arrojar para beneficio del desarrollo deportivo de la nación? Veamos.
Dirigentes clubístico de los años 60, 70 y 80, aún con vida útil en la sociedad, certifican y comentan que el Movimiento Clubístico Dominicano ha jugado una etapa crucial en favor de la juventud, la democracia, la cultura, el deporte y la vida política de la Nación. De esa concepción se desprende el criterio de que su funcionalidad debe ser reinventada y financiada en toda su esencia por el Ministerio de Estado de Deportes y Recreación. Por cierto, todos los ministros y sus gestiones se han hecho de la vista gorda en ese sentido, y han hecho caso a las malas asesorías de bien pagos y malos asesores, que les han sugerido que con la entrega de dos (2) pelotas de baloncesto, tres (3) de voleibol, dos (2) bates y media docena de pelotas de béisbol o softbol al año, resulta más que suficiente para que un club o liga haga deporte y recreación, en la barriada donde desarrolla sus actividades. Claro, esa realidad, arto conocida por la alta y media dirigencia del Comité Olímpico Dominicano, no es enfrentada institucionalmente por estos, con cuyo silencio admiten como favorable una gestión que afecta sensiblemente el esfuerzo que tantos hombres y mujeres del deporte dominicano, llevan a cabo en sus respectivos espacios de vida durante más de cincuenta (50) años.
Esos excepcionales dirigentes de esas tres (3) décadas fundamentales del Movimiento Clubístico a la Dominicana, son los mismos que coinciden con nosotros cuando reflexionamos y analizamos las coyunturas políticas que se les han presentado a un conjunto de personas que sin ser del deporte, ni conocer de su intimidad dirigencial, de la noche a la mañana pasan a ocupar puestos relevantes, tanto en el Ministerio de estado de Deportes y Recreación, como en asociaciones, federaciones, y el Comité Olímpico Dominicano. Ese criterio de que cualquiera que haya hecho ejercicios físicos en su edad escolar, puede ocupar puestos olímpicos o ejecutivos en el Deporte Dominicano, es un grave y pernicioso error que ha afectado a cientos de atletas, dirigentes y entrenadores de todos los extractos sociales del país.
Ese enganche circunstancial de personeros, oportunistas y trepadores para justificar un ascenso social instantáneo, o para adquirir recursos económicos extraordinarios, resulta altamente preocupante y frustrante para muchos dirigentes que tantos sacrificios hicieron en los años difíciles del Movimiento Clubístico Dominicano.
Un encuentro bajo las características del que he planteado anteriormente, necesariamente tendría que incluir análisis y reflexiones de esa condición, independientemente de que las mismas caigan bien o no a quienes dirijan, en estos tiempos el Ministerio de Deportes y Recreación y el Comité Olímpico Dominicano.
La realidad que hemos planteado y vive actualmente el Movimiento Deportivo Dominicano, requiere retos y serios compromisos bajo un esquema moderno y dinámico para seguir descubriendo y preparando los talentos del Deporte Nacional.
Esas importantes responsabilidades económicas, técnicas y logísticas deben ser asumidas por los dos organismos que mayor beneficio obtienen del trabajo de las asociaciones, uniones deportivas, clubes y ligas en todo el país y en la Diáspora: Comité Olímpico Dominicano y el Ministerio de Estado de Deportes y Recreación.
Los ejecutivos de esas dos instancias del Pueblo Dominicano, están conminados a realizar extraordinarios esfuerzos para renovar la metodología que desde el año 1963 adoptó el Movimiento Deportivo Nacional, para formar los cuadros que hicieran posible contar cíclicamente con atletas y técnicos en condición de representar la Patria en competencias regionales, continentales y mundiales.
Con un descaro olímpico cada gestión ministerial del deporte se desentiende cada vez más de las estructuras de base del Movimiento Deportivo Nacional. Cada ministro llega con un contingente de asistentes, y muy bien pagos asesores, a retorcer, voltear, y romper sin investigar, preguntar y contactar a quienes antes y después de él, han hecho y continuarán haciendo deportes con recursos económicos personales y familiares.
Realmente, nuestro ministerio adolece de planificación e investigación en grado extremo. Nadie ni nada pasado tiene valor e interés para el ministro de turno, y así sucede con los tres o cuatro que puedan llegar a ocupar ese cargo en el futuro. Sin ánimos de faltarle a la verdad, somos campeones en improvisación deportiva. Si desean comprobar este último punto de vista, soliciten a esta gestión sus planes, programas y proyectos de desarrollo deportivo durante los cuatro (4) años que discurren. Pero soliciten también los mismos documentos correspondientes a cinco (5) períodos anteriores y recibirán una respuesta sosa, y sin fundamentos a sus inquietudes. Tanta inoperancia y falta de ética laboral no podría ser más sombría en la institución que mayor nivel de dinamismo y orden debe de exhibir. Pero ese episodio trágico no concluye ahí, pues una gestión parecida lleva a cabo el encumbrado grupo olímpico.
Estos clubistas enganchados a “altos gerentes del Deporte Dominicano”, han simplificado su extraordinaria labor deportiva a organizar los atletas, técnicos y delegados de nuestras representaciones a eventos internacionales. Nada más los atormenta. Revisen su agenda laboral para que lo comprueben. El más duro dolor de cabeza de esos patriotas del Deporte Dominicano en estos tiempos, es diseñar el presupuesto que cada delegación a eventos internacionales requiere, para luego solicitarle al ministro deportivo que se lo deposite en su cuenta bancaria. A esta pírica labor gerencial se ha reducido hoy la extraordinaria infraestructura física, vehicular, humana, técnica y operativa del otrora gigante del Deporte Dominicano.
Para esa mole de cemento tan pesada, llamada Comité Olímpico Dominicano (COD), no resulta importante arribar a un acuerdo funcional con las treinta (30) franquicias de beisbol de grandes ligas instaladas en el país, para poder conformar de manera apropiada las selecciones olímpicas de nuestra principal disciplina deportiva. No cuenta en su apretada agenda de proyectos atender la vida de los atletas olímpicos luego de concluida su labor activa; no consideran útil al desarrollo del deporte nacional, poner en funcionamiento el capítulo nacional de la academia olímpica y el museo nacional de deporte; mucho menos la creación de la Biblioteca del Deporte Dominicano; no entienden de manera favorable la creación de la oficina del libre acceso a la información pública; todavía continúan creyendo que los archivos del Deporte Dominicano están y deben seguir estando en las instalaciones de los medios de comunicación social del país; entienden que deben dar paso al deporte escolar con los cuartos del Ministerio de Educación y el Ministerio de Deportes y Recreación, para definitivamente desentenderse del Movimiento Clubístico Nacional, que desde el año 1963 ha hecho de manera gratuita los atletas del país. De esa labor ellos se han aprovechado y continúan aprovechándose, sin reconocer y defender ante cada gobierno el derecho a una existencia digna, sana y remunerada de los verdaderos forjadores del Movimiento Olímpico Dominicano.
Como sé que al Ministerio de Deportes y Recreación, y mucho menos al Comité Olímpico Dominicano (COD), les va a importar estructurar la agenda que en estos momentos requieren implementar ambos organismos para garantizar el desarrollo deportivo nacional, se las voy a diseñar. Y, como dicen los teóricos del mercadeo, ese “plus” o “plos”, o “plas”, o “ples”, se lo entregaré en donación, totalmente gratis, sin pago alguno.
Punto número uno “A”:
Humildad, ante quienes siempre han estado y estarán después de que ustedes abandonen o sean echados del barco: Clubes, Ligas, Asociaciones, Uniones Deportivas Nacionales y de la Diáspora.
Los demás puntos se los proporcionaré cuando nos encontremos cordialmente hablando en una mesa de trabajo. Claro, si no les aburre hablar de deportes. Hasta pronto!!!