Esperanza. Con espíritu resiliente, Esther Jiménez ha logrado sobreponerse a circunstancias muy difíciles. Hace 10 años un desaprensivo lanzó sobre ella el denominado ácido del diablo que la marcó para toda la vida.
Su caso, al igual que muchos otros, quedó sin justicia. Hoy esta guerrera, como se le conoce en sus redes sociales, intenta crear una fundación para asistir a víctimas agredidas con la mortal sustancia.
“Sembrando Esperanza para un Mejor Futuro RD”, es el nombre que llevaría la organización sin fines de lucro que busca la creación de una casa de acogida para aquellas personas del interior del país que tienen que trasladarse con frecuencia a la capital para recibir la asistencia médica que necesitan los pacientes quemados con químicos corrosivos.
“Pretendemos poner una casa de acogida para las personas que van de otro pueblo, como yo que tenía que ir a diario de Bonao a Santo Domingo, para que tengan por lo menos una casa para quedarse mientras se soluciona su proceso”, sostuvo.
Yo pasé muchas necesidades. Me iba de aquí (Bonao) a las 5:00 de la mañana y llegaba a las 5:00 de la tarde sin comer nada. Era algo terrible. Lo que pretendemos es acogerlos”, explica Esther, a quien le han practicado 28 cirugías tras el ataque.
En este proceso Jiménez duró cuatro años, viajando para recibir una asistencia médica especializada que en su lugar de origen no encontraba. “Aquí (Bonao) no podían ni siquiera curarme”, agrega.
La dama no maneja con exactitud el número de personas en el país lesionadas con el letal químico, pero asegura que muchos casos no “salen a la luz”, porque no transcienden a la opinión pública.
El dolor del rechazo
En el proyecto la acompañan nueve personas, dos hombres y siete mujeres, que al igual que ella fueron violentados con ácido del diablo. Uno de los objetivos de la fundación es servir de canal para garantizar empleos a los afectados, que muchas veces sufren rechazo.
“Yo pasé mucho trabajo buscando empleo. Iba a los sitios y les decía que por favor me dieran un trabajo, porque soy madre de cuatro niños, y me decían que me iban a llamar, pero sé que por mi físico no me iban a dar el trabajo”, agrega.
Esther ahora tiene un empleo. No obstante, asegura que solo por su aspecto físico, las personas quemadas con ácido del diablo sufren discriminación.
“Queremos que la gente sepa que nosotros necesitamos apoyo, porque como estamos desfiguradas, no cualquiera nos da trabajo. Nosotros necesitamos seguir adelante como cualquier otro y por tal razón vemos como formamos esta institución para ver cómo le podemos conseguir trabajo a las víctimas, porque no es fácil”, dice. Para obtener los fondos que se necesitan para agotar el proceso de formalización de la organización, sus promotores tienen en agenda la realización de actividades, entre ellas ventas de accesorios de uso personal, como gorras.
El sistema defraudó a la mujer atacada
La noche del 27 de julio de 2011, mientras laboraba en una cafetería de su comunidad, Esther fue atacada con ácido del diablo. Por el hecho, nadie guardó prisión. Acerca de su caso se manejan varias versiones, la más repetida es que una mujer, cuya identidad se desconoce, mandó a perpetrar el daño supuestamente por celos. Para esa fecha, Jiménez mantenía una relación amorosa con el propietario de la cafetería La Rotonda. Su dolor se agravó con la muerte de su madre, quien sufrió un infarto fulminante tras enterarse de las secuelas permanentes en su hija, entre ellas la pérdida del ojo derecho.
Por: Diana Rodriguez