El 20 de junio, 17 días antes de su asesinato, un grupo armado pretendía ejecutar el secuestro del entonces presidente de Haití, Jovenel Moïse, en el aeropuerto de Puerto Príncipe, pero un cambio en su agenda impidió realizar la operación.
El dato emerge del informe preliminar elaborado por las autoridades haitianas, al que tuvo acceso el diario El Tiempo, y en el que la Policía deja asentadas sus presunciones sobre el magnicidio: la premeditación de los mercenarios colombianos en el plan de asesinato, la participación de dos empresas con sede en EE.UU. y la complicidad del personal de seguridad del mandatario en los hechos porque, cuando se ejecutó el asalto a la residencia de Moïse, «la puerta principal estaba abierta».
Según la policía, hubo un comando integrado por seis personas, en el que participaron los fallecidos mercenarios colombianos Mauricio Javier Romero Medina y Duberney Capador Giraldo, que tenían la orden clara de «asesinar al presidente y buscar los dólares», que presuntamente se encontraban en la habitación del mandatario.
¿Cómo ocurrieron los hechos?
El informe apunta que, tras analizar los testimonios, se puede deducir que «los indiciados presuntamente sabían que iban a matar al presidente«.
Un día antes del crimen, el capitán retirado, el colombiano Germán Alejandro Rivera García, designado como jefe de la operación, les dio la orden de «asesinar a todas las personas que se encontraran en la casa». El comando se habría negado, porque supuestamente viajó a Haití para «cuidar a personalidades de la vida nacional y no a matar a nadie».
Pero Joseph Felix Badio, exfuncionario del Ministerio de Justicia y considerado unos de los autores intelectuales del asesinato, les informó que en el cuarto del mandatario había dos maletas y dos cajas con 45 millones de dólares. De ese dinero, recibirían 18 millones por «ejecutar la acción», lo que les habría empujado a aceptar perpetrar el crimen. Pusieron una condición: «solo darían muerte al presidente. A nadie más».
Para llevar a cabo la operación, las empresas CTU Security y Worldwide Capital, ambas con sede en EE.UU., invirtieron 865.376 dólares, un dinero que también se recuperaría tras el robo.
La noche del crimen
En la madrugada del 7 de julio, cerca de la 1:00 de la mañana, los mercenarios llegaron a la residencia privada de Moïse. Iban organizados en cuatro grupos y distribuidos en seis camionetas. En cada vehículo viajaban también entre tres y cuatro policías haitianos, siempre según la investigación.
En la primera camioneta iba un comando, bautizado como Delta, y en el que estaban el exmilitar Duberney Capador y James Solages, un ciudadano haitiano-estadounidense que se habría entregado a las autoridades policiales de Haití tras el magnicidio.
«Sometieron al personal de los dos puestos de control de ingreso a la casa presidencial, en cada puesto había cuatro uniformados y los montaron en la parte trasera de las camionetas», reza el texto.
Estaban tranquilos, hasta seguros de que serían protegidos por las autoridades de Haití, porque así se los habían afirmado. Por eso no huyeron de la isla», se enfatiza.
Pero a la salida de la residencia, la Policía Nacional abatió a varios integrantes del comando, entre ellos Duberney Capador. El coronel Rivera García les dio la orden de dirigirse a la Embajada de Taiwán, donde finalmente al menos once integrantes fueron detenidos.
Una de las cosas que la Policía tiene pendiente esclarecer es la quema de tres de las camionetas, donde además de perderse varias pruebas, como el video del circuito cerrado que fue desactivado y extraído por uno de los comandos, también estarían «millones de dólares» que sacaron de la residencia.
Fuente: RT