BRASILIA (AP) — Luiz Inácio Lula da Silva culmina el lunes los primeros 100 días de su tercer periodo al frente del gobierno de Brasil, el cual ha estado marcado por sus intentos de reimplementar sus políticas sociales y revertir el legado de su predecesor.
Lula derrotó a Jair Bolsonaro por un margen muy estrecho en octubre pasado. Él y su equipo anunciaron planes para empezar a trabajar inmediatamente. Luego, una semana después de la investidura de Lula, simpatizantes de Bolsonaro allanaron edificios gubernamentales en Brasilia con la esperanza de que una intervención militar sacara al mandatario izquierdista del poder.
Sofocar el descontento al tiempo que mantenía a raya posibles intentos golpistas eran desafíos que ningún presidente de Brasil había enfrentado desde que el país regresó a la democracia hace más de tres décadas, y han ensombrecido las labores del gobierno de Lula desde entonces.
Lula, que gobernó de 2003 a 2010, inició su tercer periodo enfrentándose a los enormes desafíos de alcanzar sus objetivos de erradicar la pobreza y el hambre y a la vez evitar una desaceleración económica.
En la medida en que ha introducido cambios desde el 1 de enero, eso ha significado reactivar políticas de gobiernos anteriores del Partido de los Trabajadores: el programa Bolsa Familia de transferencias monetarias condicionadas; el programa de vivienda Mi Casa, Mi Vida; y la iniciativa Más Médicos para expandir el acceso a los servicios de salud.
“Otros gobiernos heredaron un Estado organizado; Bolsonaro desorganizó al Estado. Es necesario rehacer todo”, dijo Carlos Melo, profesor de ciencias políticas en la Universidad Insper de Sao Paulo. “No obstante, el gobierno no ha presentado un (nuevo) proyecto”.
Lula ha culpado a Bolsonaro de los desafíos que ha enfrentado su gobierno, cuyo lema oficial incluye la palabra “reconstrucción”. Antes de asumir el poder, Lula encargó y publicó un informe detallado sobre el deteriorado estado del gobierno. Por su parte, Bolsonaro destacó en Twitter el 17 de marzo que gobernar es muy fácil para Lula: “sólo deshacer lo que Bolsonaro hizo”.
“No acostumbro hablar de los primeros 100 días de gobierno”, declaró Lula durante una ceremonia el lunes en el palacio presidencial para conmemorar ese hito, el cual tiene un significado simbólico en esta y muchas otras naciones. “Pero creo que es importante recordarles que en 2003 me entregó el poder un presidente democrático, lo cual no ocurrió ahora”.
Lula movilizó con éxito a legisladores y jueces del Supremo Tribunal Federal en defensa de la democracia y comenzó a ejecutar una estrategia para retirar a las fuerzas armadas de la política. Casi tres meses después, ha logrado progresos entre las fuerzas armadas — en su mayoría bolsonaristas — y ha obtenido cierto respaldo en el Congreso. También recibió apoyo de moderados y líderes empresariales a las reglas fiscales que propuso su ministro de finanzas para abordar los recurrentes déficits presupuestarios; su gobierno se ha planteado el objetivo de eliminar el déficit presupuestario primario para finales del próximo año.
De todas formas, los sondeos indican que Lula carece de apoyo popular suficiente. De los 2.028 brasileños que encuestó Datafolha, el 38% dijo que el gobierno de Lula era bueno o excelente, apenas por encima de la tasa de aprobación de Bolsonaro luego de tres meses en la presidencia. El sondeo tiene un margen de error de dos puntos porcentuales.
Algunos analistas dicen que, de igual forma, Lula aún carece de apoyo en el Congreso para aprobar iniciativas de ley.
A fin de financiar inversiones sociales y garantizar la creación de empleos, Lula también necesita que la economía crezca. Los economistas sondeados semanalmente por el banco central pronostican un crecimiento menor al 1% este año, y de un poco más en 2024, una reducción respecto al 2,9% del año pasado, incluso con una contracción en el último trimestre.
Para impulsar la actividad, Lula ha invertido una considerable cantidad de tiempo y gestiones para presionar al presidente del banco central de Brasil a que reduzca su tasa de interés referencial, la cual se encuentra en su nivel más alto desde 2016, aunque hasta el momento no ha tenido éxito.