Se trata de una fecha relevante en el calendario eclesiástico que se dedica a rememorar a los seres queridos, al igual que sucede el Día de Todos los Santos.
Después de la festividad del 1 de noviembre, fecha en la que se celebra el Día de Todos los Santos, se conmemora otra fecha relevante en el calendario eclesiástico, el Día de los Difuntos. Se trata de dos acontecimientos que en ocasiones pueden llegar a confundirse, pero que presentan diferencias, a pesar de que en ambas se rememora a los seres queridos.
Mientras en el primer caso se honra a tanto a los santos conocidos como a los desconocidos, es decir, a las personas no canonizadas pero que ya viven en presencia de Dios, el Día de los Difuntos recuerda a los cristianos bautizados. En concreto, la Iglesia cree que este grupo de fallecidos se encuentra en el Purgatorio, al morir con culpa de pecados menores en sus almas.
Por ello, la finalidad de esta fecha es la dedicación a la oración por parte de los fieles por todas las almas que han acabado su vida terrenal y aún permanecen en estado de purificación. De esta manera, la jornada del 2 de noviembre se dedica a la oración para que los fieles difuntos de la Iglesia purgante acaben esta etapa y alcancen la presencia de Dios.
El origen de la celebración
El origen del Día de los Difuntos se encuentra en el año 998, cuando fue instituido por el monje benedictino San Odilón de Francia. Esta celebración que tiene lugar el 2 de noviembre fue adoptada por Roma en el siglo XVI y a partir de entonces comenzó a rememorarse entre los católicos de todo el mundo.
La celebración concretamente se basa en la doctrina de que las almas de los fieles que al tiempo de morir no han sido limpiadas de pecados veniales, o que no han hecho expiación por transgresiones del pasado, no pueden alcanzar la Visión Beatífica, y que se les puede ayudar a alcanzarla por rezos y por el sacrificio de la misa.