Podía haberlo tenido todo. La fama, el dinero, la familia perfecta que tanto ansió, la felicidad. Pero Britney Spears se dio de bruces con la realidad hace más de una década, cuando perdió las riendas de su vida. Quien a finales de los noventa y primeros de los 2000 fue la princesa del pop del mundo entero se ha convertido ahora en mucho más que un juguete roto de la industria.
La vida de Spears se agitó a mediados de los 2000: en 2004 cuando se casó con Kevin Federline, en 2007 cuando se divorció de él, en octubre de ese mismo año cuando perdió la custodia de sus dos hijos en común y, muy especialmente, en 2008. Ese año llegó una decisión que si entonces, en la maraña de tropiezos, malas decisiones y problemas de la cantante, fue considerada casi menor, ahora, 13 años después, la mantiene en el candelero. Fue en ese año cuando su padre, Jamie Spears, una persona ajena a su figura y a su día a día, obtuvo su custodia, su tutoría legal, de forma temporal por “cuestiones de salud mental”.
En octubre de 2008, esa custodia se hizo permanente y condenó a Spears tanto en lo personal como en cuestiones financieras a una vida encadenada a las decisiones paternas. Estos años, la intérprete de Baby One More Time ha permanecido en silencio. Hasta ahora. El pasado noviembre Spears se plantó por primera vez y dijo que si su padre sigue controlando su carrera, su vida y sus ganancias (más de 200 millones de euros y de la que ella recibe una paga semanal de 1.400 euros), no volverá a actuar.
Dos han sido los revulsivos para que Spears esté de plena actualidad. La primera es que la próxima vista sobre el caso que podría cambiar el rumbo de su vida se celebra este jueves 11 de febrero. La segunda es que el diario The New York Times ha puesto el foco sobre esta turbia historia con un documental propio (emitido en EEUU por FX y ahora en streaming en Hulu) de una hora y cuarto de duración. Además de fans de la cantante e incluso de manifestantes con pancartas de Free Britney (Liberad a Britney), por él aparecen personajes claves para entender la vida y la carrera de la artista.
Por Framing Britney Spears pasan personas que, en su mayoría, han conocido a la artista y ponen en duda el sentido del control legal del padre sobre la hija. Entre ellos hay seguidores, periodistas, paparazis, directivos de cadenas musicales… Destacan Felicia Culotta, amiga y exasistente de Spears, casi figura materna (”no entiendo para qué sirve una custodia, especialmente para alguien tan capaz de tanto como sé que ella es capaz”, dice); Hayley Hill, su exestilista entre 1997 y 2001 (”era abierta y vulnerable, se la trató de un modo asqueroso”); la agente de talentos infantiles Nancy Carson (”era dulce, divertida y maravillosa, la quería mucho y la sigo queriendo”); Kim Kaiman, directora de marketing de Jive Records, con la que ella firmó en sus inicios (”quedé impresionada por lo centrada y seria que era”); Kevin Tancharoen, bailarín y director de gira entre 1999 y 2004 (”era la jefa”, dice de ella, “muy creativa, sabía lo que quería y cómo transmitirlo”); la abogada Vivian Lee Thoreen, cuyo cliente fue el padre de Britney; y el abogado Adam Streisand, especializado en custodias, que trató de defender a Britney pero al que el tribunal se lo negó, asignándole a la cantante un letrado distinto.
Hay frases reveladoras de muchos de ellos que definen la relación padre e hija. Liz Day, la periodista de The New York Times que ha llevado a cabo la investigación, afirma que Jamie Spears tiene control sobre todo en ella, “puede decidir quién puede visitarla, ponerle guardaespaldas 24 horas al día, firmar contratos y acuerdos, tomar decisiones sobre su casa y sus tarjetas de crédito”. Streisand, quien no llegó a ser su abogado, recuerda que Spears “aceptó que la custodia legal iba a producirse, pero no quiso que su padre fuera su tutor. Fue su única petición”.
La niña de Kentwood, Luisiana, a la que sus padres —Lynn y Jamie, provenientes de un entorno humilde—, llevaron a Nueva York con grandes esfuerzos económicos para que se convirtiera en lo que fue vivió su carrera junto a su madre, su hermana y su amiga (casi hermana mayor) Felicia Culotta. Como recuerda la jefa de marketing Kim Kaiman, Jamie no tenía nada que ver con aquello: “Lynn era la que apoyaba a Britney. Jamás hablé con su padre. Lo único que me dijo Jamie una vez fue: ‘Mi hija va a ser tan rica que me comprará un barco”.
La abogada Thorean, cuyo cliente fue el padre de la cantante, defiende que “el tribunal se toma muy en serio la cuestión de las custodias” y a las personas que pasan por él. La cuestión de poner a alguien tan joven y activo un tutor se habría dado por el miedo de los padres de la cantante a que fuera “influenciable u objetos de fraude”, sobre todo por su agente del momento, Sam Lutfi, del que finalmente lograron una orden de alejamiento.
La cuestión es que en 2008, en pleno auge de su popularidad, siendo carne de tabloides, asunto de debates televisivos y blanco de ataques por los sectores más conservadores (la esposa de un gobernador llegó a decir: “La dispararía”), el control legal y financiero podría tener sentido. La cuestión es si 13 años después, con Spears manteniendo una vida de trabajo más sosegada, con una pareja estable, una buena relación con sus hijos, ese férreo control legal, social, personal y sobre todo financiero (que, para algunos, debería ser una cuestión aparte), debe mantenerse, y si pertenece a su padre.
Hay preocupados seguidores que cuestionan que el hecho de ser mujer ha penalizado a Spears, porque algo así difícilmente le habría pasado a un hombre. Hay otros que afirman que su salud mental nunca se ha contemplado, que todo es una gran mentira envuelta en la obsesión paternal por el dinero de la estrella. Ni el exagente Lutfi ni los familiares de Spears han participado del documental. A ella también le han remitido una serie de preguntas, pero se desconoce si le han llegado.
El abogado Streisand cree que el punto de no retorno se produjo cuando, finalmente, el pasado verano Spears lanzó una petición afirmando en los documentos legales presentados al Tribunal de Los Ángeles que lleva su caso que no quería que su padre siguiera siendo su tutor. Que le “tenía miedo”, dijo su abogado. Y que agradecía inmensamente el apoyo de sus seguidores, que era consciente de él. Ahora ya sabe que su grito de auxilio ha sido escuchado.
Fuente: El País