El Real Madrid aprovechó la primera oportunidad, ganó al Villarreal por 2-1, de nuevo con apuros al final y con cierta polémica, y se coronó campeón de la liga española por trigésima cuarta vez en su historia.
No dejó pasar la primera pelota de liga el conjunto de Zinedine Zidane. Le quedaba la opción del domingo en Butarque, pero hubiera sido tentar a la suerte. Karim Benzema, el artillero blanco desde la salida de Cristiano Ronaldo, apuntilló la corona en el Alfredo di Stéfano, a la que se había aproximado aún más minutos antes con el gol del osasunista José Arnáiz en el Camp Nou.
Un pichazo del Barcelona le ponía en bandeja el título, independientemente de lo que hiciera. Una victoria le garantizaba la corona y el Real Madrid no lo dudó de salida ante un Villarreal que luchaba por amarrar una plaza en la próxima Liga Europa.
Bajo los parámetros de su imparable esprint, el cuadro de Zidane, que hizo reaparecer al belga Eden Hazard, mostró su fiabilidad atrás, controló el ritmo y aprovechó la ocasión que tuvo para encarrilar el paso final hacia LaLiga Santander 2019/20 con una asistencia precisa del croata Luka Modric que materializó Benzema.
En el segundo periodo, para no variar, volvió a aparecer la polémica al decretar el colegiado Alejandro Hernández Hernández una pena máxima por presunta falta sobre Sergio Ramos. En vez de lanzar, el capitán tocó con suavidad a Benzema, que entró a toda velocidad para marcar, pero se había adelantado. El árbitro mandó repetir el tiro y en esta ocasión Benzema, sin ‘inventos’, estableció el 2-0 que parecía definitivo.
Pero como en Granada el rival atemorizó al cuadro blanco en el tramo final. Vicente Iborra acortó distancias con un espectacular remate de cabeza e incluso tuvo otra ocasión posterior para lograr el empate. Thibaut Courtois fue otra vez providencial. En definitiva, el Real Madrid se llevó la victoria con los mismos aditamentos que en este tramo final de liga y con ella el trigésimo cuarto título de su historia.
El Barcelona, que precisaba un milagro en forma de dos triunfos y derrotas, blancas, una vez más estuvo tristón ante un Osasuna que llegaba al Camp Nou a una magnífica temporada en la que había conseguido la permanencia con claridad. Aunque el cuadro de Jagoba Arrasate no se jugaba nada clasificatoriamente fue un bloque casi inabordable para los hombres de Quique Setién