La política dominicana nos ha enseñado a nosotros, los viejitos del siglo veinte, que en cada campaña electoral se mueven unos cuartos a todo lo largo y ancho del país. Esos recursos provienen en un por ciento considerable del sector privado, pero todos sabemos que el gran volumen se deduce de los impuestos aplicados a cada ciudadano en capacidad productiva del país.
En ese proceso de enseñanza que sólo la experiencia de vida da a cada ser humano, hemos tenido la agradable oportunidad de vivir momentos trascendentes dentro y fuera de partidos y movimientos politicos. De igual forma hemos conocido de cerca la fortaleza intelectual, política y social de muchas figuras del país que a través de esas organizaciones y fuerzas políticas han conducido los destinos del país desde el 1970 hasta el presente.
En ese conjunto de políticos a tiempo completo del siglo veinte destacan Joaquin Balaguer, Juan Bosch, José Francisco Peña Gomez, Jacobo Majluta, Fafa Taveras, Narciso Isa Conde, Salvador Jorge Blanco, Rafael Chaljub Mejia, Jose González Espinoza, Fidelio Despradel, Pin Montas, Rafael Albulquerque, Vinicio Marino Castillo, Maximiliano Gomez, Amin Abel Hasbun, Monchin Pinedo, entre otros menos conocidos por la sociedad, dada su casi nula presencia en los medios de comunicación de esas tres décadas finales del siglo señalado.
Aunque muchos de los mencionados, y otros que escapan a mi memoria biológica en estos momentos, no ocuparon la Presidencia de la República, ni ocuparon cargos públicos de cierto peso gerencial, tenían una incidencia contundente en la sociedad dominicana de la época, pues muchas de sus protestas, marchas, mítines, y denuncias contra el gobierno represivo de esos tiempos, eran valoradas, sentidas, y dimensionadas por adultos y jóvenes, aunque en mayor medida por estos últimos.
Eran tiempos duros y difíciles para hacer política partidaria en estos 48 mil y tantos kilómetros de territorio bajo los efectos de la guerra fría. aún así algunos de ellos, siguiendo el heroico ejemplo de los Padres de la Patria, de Luperon, de Caamaño, de Gregorio Urbano Gilbert, prefirieron perder la vida, la familia, vivir ocultos de casa en casa, de pueblo en pueblo, para no sucumbir ante las propuestas indecentes que personeros del poder corrompido del momento, les ofrecían constantemente.
Esa militancia activa y desbordada que sin valorar sacrificios personales y familiares, corría detrás de los valores y principios de la Patria, fue perdiendo fuerza luego de los dos gobiernos consecutivos del Partido Revolucionario Dominicano en 1878 y 1982.
Muchos cuadros de los partidos de izquierda, y otros que sin ser de esa tendencia, hacían oposición al gobierno del momento, fueron integrados al tren gubernamental que presidió el acendado Antonio Guzmán Fernandez, conociendo por fin el valor y el olor del dinero.
Esa primera cofradía de dirigentes dio paso a otra legión de cuadros, no líderes, que atraídos por las bondades del poder se sumaron militantemente al gobierno de concentración nacional que presidió Salvador Jorge Blanco.
En ese ambiente melodramático de la historia política dominicana, unos y otros deciden ofertar al mejor postor sus energías e intelecto.
Al asumir de nuevo el Dr. Balaguer la Presidencia de la República en 1986, el transfuguismo político adquiere su mayor dimensión, pues ya no son necesarias las poses y simulaciones para pasar de un partido a otro, para sumar su grupo o partido a quien detenta el poder de la Nacion, o a quien aún estando en la acera del frente, puede facilitar recursos económicos para que los auto llamados líderes de partidos tradicionales o emergentes, vivan de manera confortable.
Con la ascensión al poder de la Nacion del Dr. Leonel Fernandez y el Partido de la Liberación Dominicana, en 1996, la mala práctica de convertir en líderes, y de paso, en millonarios a políticos de pacotilla, de aposentos, de carpeta, sin ideales, ni principios, se acrecentó de manera exponencial.
Esa inversión política en supuestos líderes y dirigentes de masas, le ha costado mucho dinero a esta maltratada Nación.
Esos trepadores de profesión, lumpenes de la vida política dominicana, con tan solo registrar las siglas de su organización en la Junta Central Electoral, reciben dinero mensualmente para hacer política. Esos recursos que proceden de las arcas del Estado, lamentablemente son aportados de nuestros bolsillos a impuestos internos.
Además del dinero ordinario de la junta, esas siglas y el bulto mediático que estas representan, tienen un precio constante y sonante en el mercado formal e informal de las franquicias políticas. Para esos líderes de carpeta, quien dirige el gobierno es y debe ser su primer y mejor patrocinador.
Una parte significativa de la generación del siglo veinte, y casi toda la del siglo veinte y uno, ha podido comprobar que los gobiernos presididos por Leonel Fernandez, Hipolito Mejía y Danilo Medina, promovieron a grado superlativo esa plaga de rastreros, negociantes a tiempo completo del sudor de un pueblo sometido a la más descarada explotación económica de su historia.
Como en los mejores tiempos de los doce años de Leonel Fernandez, los cuatro de Hipolito Mejia, y los ocho de Danilo Medina, esas voces tránsfugas al servicio de sus particulares intereses, luchan mediaticamente por colarse en una negociación política de último minuto en el proceso electoral del domingo 05 de julio.
Por sus cuartos y no por bienestar para el país, hemos tenido la oportunidad de escuchar al final de la presente campaña, sus trepidantes alaridos de leona en celo.
Trabajan ahora a tiempo completo para tratar de revertir el voto de primera vuelta que han señalado las encuestas se dará el domingo 05 de julio, como castigo a la nefasta gestión de gobierno que felizmente concluye el 16 de agosto del año en curso.
Pobre del Pueblo Dominicano, si vacila en su decisión de salir de una vez y por todas de esa polilla trepadora que apuesta a una segunda vuelta electoral para engrosar recursos extraordinarios a su ya abultada cuenta bancaria.
Esos líderes de pacotilla, de carpeta y conciliabulos de aposentos, que inundan los medios tradicionales y las redes sociales dia tras día en tiempos de campaña, pintando un panorama sombrío sobre la Nacion después del domingo 05 de julio, deben recibir una contundente lección moral del Pueblo Dominicano, cuando decida con el voto mayoritario en las urnas, dejarlos oliendo donde guisan.
Agustin Cortès Robles
Junio 27, 2020.-