EFE
Cuatro franciscanos recorrieron este viernes el Vía Crucis de Jerusalén durante un atípico Viernes Santo. Sin los miles de peregrinos que cada año siguen los pasos del Calvario de Jesús y con las oraciones interrumpidas por el alto número de policías y periodistas que impedían cumplir las restricciones por el coronavirus.
Una Vía Dolorosa empapada por la lluvia jerosolimitana y desierta por las restricciones de circulación acogió la limitada procesión por el camino que siguió Jesús, cargado con la cruz, y condenado a muerte por crucifixión, según la tradición cristiana.
Los cuatro franciscanos oraron en las catorce estaciones de la Vía Dolorosa, desde la iglesia de la Flagelación, que señala dónde Cristo fue condenado, hasta la Basílica, donde fue crucificado, muerto y sepultado, y lo hicieron sin portar la simbólica cruz de madera y con mascarillas y guantes para evitar contagios por la pandemia.
Y en este sentido, comparó la Pasión de Jesús con el rezo de hoy para «transmitir a Dios la situación que atraviesa el mundo, la ansiedad, el miedo y el sufrimiento».
El resto de eventos de este Viernes Santo a puerta cerrada son retransmitidos vía internet, como la liturgia en la Concatedral del Patriarcado latino de Jerusalén y la ceremonia del funeral de Cristo, por la noche, en la basílica del Santo Sepulcro, ambos templos clausurados al público.