La autopista de San Isidro, que anteriormente solo era conocida y transitada por quienes iban a la base de la Fuerza Aérea, ha sido una de las zonas de mayor crecimiento inmobiliario de Santo Domingo Este durante los últimos años, y donde los servicios de patrullaje y seguridad y otros no se han expandido al ritmo de las miles de viviendas que la clase trabajadora adquiere por el precio de la zona y la disponibilidad de terrenos.
Miles de viviendas y cientos de proyectos residenciales, dependen de un pequeño destacamento con algunos oficiales y unidades de patrullaje, lo que obliga a los residentes de la zona a que se protejan como puedan.
Tal es el caso de Julissa Margarita Campos Hernández, a quien instalar cámaras, verjas, hierros, puyas y otras medidas de seguridad en su vivienda, no evitó que los delincuentes penetraran a su vivienda en dos ocasiones, y que en una tercera le quitaran la vida.
“Ellos entraron una vez por detrás, los ladrones, le robaron varias cosas, pertenencias de ellos, abrieron la ventana del aposento de ellos y se llevaron tablets, celulares, joyas, pero hace mucho ya”, dijo Mirian Sánchez, suegra de Julissa.
Durante un recorrido que realizó un equipo de Listín Diario por el residencial Acacias II, donde residía Julissa junto a su esposo y sus tres hijos, habitantes confirmaron que penetrar a viviendas con o sin personas dentro, robar y amordazarlos, es común en la zona.
“Aquí han entrado tres veces, y ahí han entrado nueve veces”, dijo una vecina de Julissa señalando una casa ubicada a apenas a cuatro viviendas de donde sucedió la tragedia.
Habitantes de residenciales como Los Prados, Amalia, Paco III, Los Maestros, Nuevo Amanecer, Regina, Brisa Oriental, aseguran que la seguridad es escasa en la zona.
“Por aquí uno tiene miedo hasta de sentarse hasta en la galería, porque los motoristas extraños te frenan a cualquier hora del día”, asegura Reyna Álvarez, residente en la calle central de Brisa Oriental.
Sánchez, suegra de Julissa, explicó que el desconocido que penetró a la vivienda de su nuera iba a bordo de un motor que era conducido por otro, y que además había un vehículo esperando fuera.
Julissa Margarita Campos Hernández, de 43 años de edad, se desempeñaba como ejecutiva de un banco. Murió de manera instantánea al recibir un disparo que le hicieron los desaprensivos que penetraron la madrugada del lunes a la casa donde residía junto a su esposo y sus tres hijos.
POR . Martin Adames